Lo prometido.

Aquí están unas imagenes que ya dije que pondría, sé de alguno que está loco por verlas.Las  voy a adornar con otra historia muy graciosa ocurrida entonces, creo que os gustará.

La historia del gallo orgulloso
En esa época teníamos un gallo que era algo orgulloso, solo que entrabas en el corral se subía a lo mas alto poniéndose muy altanero a recitar su kikiriki como advirtiendo al personal que estabas en su territorio. Algún amago había hecho de intentar picar a algún desafortunado que no atendió sus kikirikis de aviso, se estaba convirtiendo en el amo y señor del lugar poco a poco.
El corral era mi campo de juegos donde pasaba gran parte del día y aquel era mal inquilino para compartir ese campo.Ya ultimamente me armaba de algún palito cuando salía solo al corral, poca cosa contra el orgullo del gallo.
En esos años finales de los sesenta, el baño de la casa ya os imagináis donde estaba, cada vez que yo  salía a hacer mis necesidades el gallo al verme agachado se me encaraba con ganas de pelea. Una buena mañana que estaba en el corral en esa posción indefensa veo que el gallo se va acercando con la cresta muy roja, el paso firme y su kikiriki muy orgulloso, no me dio tiempo a reaccionar cuando el gallo aceleró el paso abalzandose sobre mí, me puso la cabeza y la cara como un mapamundi. Entré en casa hecho un mar de lágrimas, mi madre toda asustada por verme en esas circunstancias culpándose por dejarme solo en el corral con semejante ave asesina.
Al mediodía llega mi padre a casa y le cuentan la batalla ocurrida entre el gallo y un servidor, bueno no hacia falta contarle mucho solo con verme la cara y la cabeza ya quedaba claro que la batalla había sido favorable al orgulloso gallo. Cuando mi padre entró en el corral el orgulloso gallo se puso en su tìpica actitud desafiante y mas después de haber ganado la batalla de la mañana ante un indefenso niño de 2 años. Esa fue su perdición, el orgullo que mostraba al entrar mi padre en el corral le costó caro, un golpe seco en el cogote con un buen palo acabó con el orgullo del gallo en un santiamén.
Esta historia es la preferida de mi sobrino pequeño cuando se sienta en la taza del water, se la tienes que contar tal cual, él le pone el remate final con una coletilla muy graciosa: "ave que vuela a la cazuela".... que no se quien le habrá contado.

1 comentario:

Unknown dijo...

¿A qué no te acuerdas del color de las sandalias?
Pues eran plateadas ¡Fhasion!¿eh?
Las heredé yo.
Besos
Mª TERE