Cuento de Navidad

Desde este rincón virtual en torno al cual nos reunimos un grupo de amigos, quiero desearos una Felices Fiestas y no se me ocurría otra manera mejor que hacerlo con un cuento de Navidad:
Anochece en el pueblecito donde el riachuelo no se ha deshelado en todo el día, la capa de nieve lo cubre todo como las sábanas blancas tendidas en el lavadero, alguna chimenea echa el humo blanco que dice la paja erbaliza compañera de la encina en el hogar.
Los pontones se distinguen al lado del regato como centinelas del camino, en el corral de concejo se escuchan leves sonidos de los cencerros del ganado que dormitan apelotonados por el intenso frío, del caño de la plaza cuelga un pinganillo que llega hasta el suelo terminando en un gran charco helado.
En el portal de la iglesia el viento mueve la hoja del último bando colocado por el alguacil, hace un llamamiento a todo el propietario de fincas de labor que pasen por el ayuntamiento a cobrar el espigadero. Es allí, en la encrucijada de la Iglesia con la Calle Larga donde el viento parece que toma fuerza para encaminarse calle arriba silbando esa melodía que adormece al oírla en la ventana.
La casa parece que a mermado con la nieve en el alero, cuelgan los pinganillos como sables del tejado del cabañal, la puerta de madera da entrada al amplio zaguán, las cantareras y el escaño como únicos adornos de la estancia, la sala grande a la izquierda donde se escucha jaleo, a la derecha la sala pequeña que se utiliza de despensa con el arcón de madera, la mesa y los cuartones cargados de puntas donde cuelgan los chorizos, morcillas y farinatos recién embutidos, las tablas del sobrado crujen del frío como queja, al fondo la cocina con su amplia chimenea donde transcurre la vida de la casa.
La lumbre chisporrotea al caer un palo que se parte hecho brasas, las chispas saltan hasta las faldas de la abuela...
El caldero de cobre puesto en la lumbre echa humo ya desde hace rato Cuando llegó esta tarde a ver a su hija la encontró con los primeros síntomas del parto, al médico lo avisaron pero estaba en el pueblo vecino por una urgencia y tardará en venir.
Nos tendremos que arreglar ente nosotras, pensaba la abuela, no era la primera vez que se veía en ese trance, estaban su cuñada y la "Franela" que tenía muy buena mano para estas cosas, menuda es esta mujer, sonría recordando sus propios partos asistidos por la "Franela vieja" su hija ya le ayudaba, la tradición se perdía en el tiempo, la abuela, bisabuela... lo mismo atendían un parto que te quitaba una verruga o te arreglaba una torcedura... en esto que escucho la voz de la mujer pidiendo agua caliente y mas paños limpios.
Le dio con la badila al hombre que estaba encendiendo otro cigarro con una brasa entre las tenazas, este pegó un respingo que casi se cae a la lumbre y miró a la abuela con cara de no entender...
- "Echate pallá hombre ¿no has oído a la Franela?... está a punto de nacer la criatura y tu fuma que te fuma, que echas mas humo que la chimenea, por lo menos no estorbes galán"...
El hombre ya no sabía ni donde ponerse, nervioso, la impotencia de no poder hacer nada, la tensa espera fumando. Miró a su padre y le adivinó una leve sonrisa, pero este seguía callado, era su forma de ser, aquel hombre parco en palabras, cuando hablaba era para emitir sentencias. Salió a ver la noche estrellada con la alfombra blanca de nieve, la estampa era relajante, apoyado en la hoja de abajo de la vieja puerta, con el pie en el travesaño.
Voy a por mas leña que va a hacer falta, dijo entre dientes saliendo ya hacia el corral. En la tenada estaba todo tranquilo, las gallinas al oír el ruido se revolvieron en el palo del gallinero, la vaca y el burro siempre estaban sueltos por el corral pero esa noche se cobijaron en el establo, aunque algo intranquilos por el alboroto en la casa. El perro levantó la cabeza y lo miró con esos ojos inquietos esperando la mirada o la caricia del amo, al notar la mano en su cabeza acompañado de un susurro se volvió a recostar pero sin perderle de vista hasta que lo vio entrar en casa con el brazado de leña...
...Una estrella fugaz cruzaba el firmamento...
Al entrar en la cocina se quedó parado como si el hielo de fuera le cogiera todo el cuerpo, se le cayeron los palos al suelo al oír aquel berrido poderoso, miró a su padre y vio la sonrisa dibujada en su cara, los ojos se le empañaron...
Entró en la sala, la madre con el niño en el regazo, se acercó y besó a ambos con dulzura, miró hacia la ventana que daba al corral, el burro y la vaca
empañaban el cristal con sus alientos, el abuelo observaba la escena desde la puerta...
Dedicado a Jorge y David

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡GRACIAS TITO!
Vaya retórica la tuya, no hay género que se te resista...Y no es pasión.
Besos:
MªTere